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Literatura Bukowski

Me hice escritor gracias a Bukowski

Le debo mucho a Charles Bukowski. Él tiene la culpa de que yo empezara a escribir. Recuerdo perfectamente que estaba con mi gran amigo Carlos en su casa (tendría yo 15 años o por ahí) y mirando en sus estanterías me llamó la atención un libro verde que cogí de manera casi instintiva. Se titulaba “Factótum”.

  • ¿Bukowski?, pregunté extrañado. 
  • ¿No le conoces?, me dijo él.
  •  Ni idea.
  • Abre el libro por cualquier página.
  • ¿Y eso?
  • Tú ábrelo.

Lo abrí y se hizo la magia. Pagaría por ver la cara que se me quedó al leer aquella sarta de incorrecciones, transgresiones y provocaciones. Estaba flipando. Me enganchó tanto que me llevé el libro para leerlo de principio a fin. No podía creer que a alguien le diera por describir con todo lujo de detalles sus borracheras, sus encuentros íntimos con tías más borrachas que él, sus apuestas en el hipódromo y todo envuelto en un ambiente de lo más sórdido y putrefacto. Era como viajar a las cloacas de Los Ángeles sin billete de vuelta.

Me gustó tanto su estilo que no tardé en intentar imitarlo. Me apetecía escribir algo parecido pero traducido a mi universo. De Los Ángeles a L.A (Las Águilas, mi barrio). Así que empecé a escribir algún que otro relato y luego varias novelas. Y aunque poco a poco fui desarrollando mi propio estilo siempre estaré en deuda con este viejo indecente.

Bukowski fue el escritor maldito de su época

Sí, lo fue. En su época triunfaban escritores como Capote o la llamada “Generación Beat”, con Jack Kerouac, Burroughs o Ginsberg, pero Bukowski no pertenecía a ningún movimiento. Iba por libre. Se le acusó de no tener compromiso literario y él se descojonaba. No tenía compromiso ni con él mismo como para tenerlo con la literatura. 

Con 49 años dejó su trabajo en Correos para dedicarse a escribir y dijo lo siguiente: “tengo dos opciones, permanecer en la oficina de correos y volverme loco o quedarme fuera y jugar a ser escritor y morirme de hambre. He decidido morir de hambre”. Otra cosa en la que coincidí con él.

Escribió seis novelas y un montón de cuentos y poemas. Tengo la mayoría de ellos y, me los devoré a lo largo de los años. Sin embargo, el que más disfruté fue aquel primer libro que fue para mí como una pérdida de la inocencia literaria. Nunca pensé que se podían escribir esas cosas en una novela, la verdad.

En esta cuarentena se ve que necesitaba conectar con mi yo de hace 25 años y me he puesto a leer de nuevo “Factótum”. No lo había vuelto a abrir desde aquella vez y lo cierto es que me ha sentado fenomenal. Sigue tan fresco, tan divertido y tan transgresor como lo recordaba. La obra que necesitaba para olvidarme del mundanal ruido.

Aún veo algunos de sus títulos y me sigo descojonando como si fuera un adolescente: “La máquina de follar”, “Escritos de un viejo indecente”, “Erecciones, eyaculaciones, exhibiciones”, “Hijo de Satanás”; El capitán salió a comer y los marineros tomaron el barco…

El caso es que me ha gustado tanto reencontrarme con mi yo adolescente que me ha dado por escribir algo al estilo Bukowski y me ha salido esto… No dejéis de hablarme cuando lo hayáis leído. Y si lo hacéis peor para vosotros:

La noche que el diablo me contó un chiste

Entré en el baño y eché una buena cagada. Sentado en el trono escuchaba los gritos de aquellas dos mujeres que discutían sobre cosas estúpidas. Una (Tammie) insultaba a la otra y le preguntaba por qué tenía que aparecer a las tantas de la mañana en mi casa cuando, la otra, (Miriam), estaba instalada conmigo desde hacía la friolera de dos semanas en mi casa… Escuché estrellarse un vaso contra la pared y luego una botella. Joder, ya me han dejado sin vino esas dos zorras, con lo que me costó conseguirlo, pensé.

Después de limpiarme el culo y lavarme las manos decidí salir del baño si no quería que me dejaran sin una sola botella que beber esta noche. Llegué a tiempo porque estaban arrancándose las bragas a mordiscos. No sabía si intervenir o sentarme cómodamente en el sofá a ver cómo acababa aquello. Cuando por fin conseguí que se calmaran le pregunté a Tammie por qué había venido a mi casa.

  • Sí, eso ¡POR QUÉ! -gritó Miriam.
  • ¡Tú cállate y ponte algo encima, guarra! – le respondió Tammie.
  • ¡Eres una maldita puta con las tetas caídas! ¡Sal ahora mismo de mi casa!
  • No me iré hasta que Hank sepa lo que tengo que decirle.
  • ¿Ah sí? ¿Y qué tiene que saber? ¿Qué tienes la menopausia y no vas a joder nunca más?
  • Eso es lo que te gustaría a ti niñita cristiana, ¿has aprendido ya a correrte? Podría darte unas clases para que aprendas…
  • No, gracias, no quiero saber nada de viejas con coños arrugados como un pavo del Día de Acción de Gracias.

Volvieron a enzarzarse. Esta vez tirándose de los pelos con saña. Una de ellas salió despedida y casi me da en una pierna. Estoy demasiado viejo para aguantar esto. Me puse entre medias de las dos y les grité que se sentarán. Tenía que haberme quedado en el baño toda la noche con mi botella de vino, pensé.

  • Échala de casa, cariño, quiero follar contigo hasta el amanecer – dijo Tammie con superioridad.
  • No creo que le entren muchas ganas de follar cuando le diga lo que tengo que decirle – bramó Miriam.
  • ¿Qué es?
  • Estoy embarazada.

Se hizo un silencio sobrecogedor.

  • ¿Y cómo sabes que es mío? Has follado con tantos tíos en el último mes que tendrías que contratar al maldito Phillippe Marlowe para averiguarlo.
  • Es tuyo Hank, lo sé y quiero tenerlo así que tendrás que ayudarme.

Eché un largo trago a la botella y no sé qué coño pasó que empecé a reírme como si estuviera poseído. Las carcajadas me salían a borbotones. Reía y reía mirando esas dos imbéciles que a su vez se miraban entre sí con cara de incredulidad. No podía parar de reír. Reí tanto que las dos terminaron saliendo por la puerta.

  • ¡Avisad al médico! -intenté decir mientras reía sin parar- ¡Avisad al puto médico! ¡Voy a morir!

Ellas no me escucharon y yo seguía riendo y riendo. Sin duda pensé que eran los últimos momentos de mi asquerosa vida.

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