Solteros o casados, ¿quién es más feliz?

Aunque parece que la vida en pareja y el matrimonio continúan siendo una fórmula sólida en las sociedades occidentales, los datos empiezan a desmentir poco a poco esa tesis porque, según datos de Eurostat (la oficina de estadística europea), en los últimos 50 años, los matrimonios han bajado hasta el 56% y, aunque sigue siendo la opción preferente, los divorcios aumentan peligrosamente. 

Recientemente se ha publicado un estudio donde se arrojan datos que van más allá, porque es la propia ciencia la que asegura que los solteros son más felices que los casados. El estudio se ha llevado a cabo en la Universidad de California por parte de la doctora en psicología Bella DePaulo, que ha realizado más de 800 estudios en los últimos 30 años en el Reino Unido. En este país el porcentaje de solteros ha aumentado un 25% en los últimos 14 años.

DePaulo dijo sobre su estudio lo siguiente: “los solteros se sienten más autorrealizados a nivel personal y la autosuficiencia y la autodeterminación les resultan beneficiosas, pues experimentan menos emociones negativas y son mentalmente y emocionalmente más fuertes”.

Estas afirmaciones sin duda se contraponen a la creencia popular de que la felicidad está asociada a vivir en pareja o al matrimonio. ¿Qué ocurre entonces? ¿Han cambiado las tendencias? ¿El matrimonio no es sinónimo de felicidad como la gente cree? ¿La soltería es la panacea a la que todo el mundo debe aspirar?

Como siempre, ni sí, ni no, ni todo lo contrario. Habrá personas que prefieran la opción del matrimonio y otras la soltería. También habrá quien eligió mal y ya es tarde (o no) para cambiar y otros que se encuentran en un estado civil que se esfuerzan por cambiar día a día.

Desde mi punto de vista, la clave es encontrar la fórmula que mejor encaja con cada persona en cada momento de su vida, cambiarla cuando se agote y, lo más importante, crearla si no está preestablecida, (why not?). 

La sociedad estigmatiza al soltero

Se sigue pensando que la persona que no tiene pareja o que no ha formado una familia a una determinada edad (pongamos no más allá de los 35)  tiene algún tipo de problema; o es un inadaptado, o es poco agraciado, o tiene alguna adicción que espanta a la gente o cualquier otra cosa. 

Por lo general, a los solteros se les considera siempre más desgraciados que a los casados y se les cuelga con sorna la etiqueta de “solterón” o solterona. Las mujeres son las que sufren más este estigma, sobre todo por la maldita cuenta atrás biológica a la hora de ser madres y por esos manidos comentarios que tanto daño hacen: “te vas a quedar para vestir santos”; “¿y tu boda para cuando?” y otras ocurrencias propias del mejor guionista de melodramas.

Lo que no mucha gente piensa es que es cierto que un soltero o soltera puede ser infeliz si no desea esa situación y quiere vivir en pareja, pero, ¿qué ocurre si lo ha elegido o prefiere estar solo que mal acompañado?, ¿no tiene derecho a tomar esa decisión si así lo quiere? Sí, debería, pero aunque lo haga, lo habitual es que la gente piense que no lo ha elegido, que no ha tenido suerte en el amor, que no ha aparecido esa persona especial o que ha elegido el camino equivocado.

No todo el mundo encaja en los modelos que conocemos

Entonces, ¿mejor en pareja o en solitario? Pues depende de muchos factores. Depende de la edad, depende de su momento vital, depende de sus experiencias pasadas, del carácter de la persona… Lo ideal sería vivir en pareja y vivir en solitario para conocernos mejor a nosotros mismos en ambas situaciones. Por supuesto, la vida da muchas vueltas y puede haber etapas que te apetezca exprimir al máximo tu condición de solter@ o comenzar una relación de pareja. No hay por qué elegir una opción y vivir así hasta el final de tus días. La clave es adaptarse, aunque no es nada fácil encontrar a alguien que piense igual, claro está.

Y lo más importante: no acatar las escasas opciones que la sociedad nos brinda. Porque parece que solo podemos elegir entre el matrimonio o la soltería y hay un amplio abanico de matices que podemos introducir y crear relaciones en las que ambas partes se sientan cómodas. 

Por ejemplo, si no hay hijos por medio, y cada persona vive en su casa, no hay por qué volverse locos e irse a vivir juntos cuanto antes (la mayoría lo hace para ahorrarse uno de los alquileres, que también es loable, por supuesto). 

Pero parece que todos tenemos un chip en nuestra mente que nos dice que si no vivimos con nuestra pareja no tenemos una relación, cuando muchas veces la convivencia es una de las principales causas del desgaste y decadencia de la misma. Desde mi punto de vista, debemos intentar crear relaciones “a medida” en la que ambos digan abiertamente sus preferencias, lo que les molesta, lo que no, cómo les gustaría que se desarrollara la relación, sentarse a hablar, plantear, debatir y llegar a acuerdos antes de tomar decisiones que pueden resultar equivocadas.

¿Suena un tanto paranoico? Puede. Pero todos sabemos que los principios son de película de Hollywood y los finales no tanto. Incluso cuando hablamos de familias. El funcionamiento de una pareja y sus hijos también podemos intentar diseñarlo para que todos estén a gusto. Ya, ya sé que no es fácil, pero al menos hay que tratar de huir del conformismo e intentarlo al menos.

¿Entonces se puede elegir entre el matrimonio y la soltería?

Yo conozco el matrimonio y la soltería (pero no la de los 20 años, sino la de los 40) y os puedo decir que ninguno de los dos estadios es perfecto, las dos tienen sus cosas buenas y sus cosas menos buenas y tendrás que elegir en base a tus prioridades, tus valores y tu felicidad, sin hacer caso a los condicionamientos sociales. Por supuesto te puedes equivocar en tu elección pero no pasa nada, se puede rectificar. No tienes que rendir cuentas a nadie, solo a ti mismo.

También es importante a la hora de tomar una decisión no dejarse llevar por los prejuicios o los estereotipos. Por ejemplo, la soltería no implica necesariamente una soledad asfixiante, de hecho, una persona casada y con hijos puede sentir una sensación de soledad mucho mayor en determinadas circunstancias.

El problema es que tendemos a idealizar cada una de las situaciones en base a nuestras creencias y nuestra educación. Si nuestros padres tuvieron un matrimonio feliz y próspero tendemos a pensar que así son los matrimonios en general (también a la inversa). Si conocemos a una persona soltera que es infeliz tendemos a pensar que así son todos los solteros, cuando cada uno tiene su propia experiencia y no tiene por qué coincidir con estos modelos.

Lo que sí hay que tener presente es que ninguna alternativa es perfecta y que todas tienen escollos importantes que salvar. Ni el matrimonio garantiza la felicidad, ni tampoco tiene por qué ser un abismo infranqueable, al igual que la soltería tampoco es el paraíso de los excesos (como piensan muchos casados), ni una larga e interminable travesía por el desierto. Conócete a ti mismo, valora tu momento vital y decide lo mejor para ti y sobre todo no tengas miedo a fracasar. Tropezando y cayendo vamos aprendiendo.